NICO ADARIAN
Abrí los ojos de bruces contra el suelo, todo estaba muy oscuro y me dolían los huesos por culpa de la humedad; de repente un enorme escalofrío recorrió mi cuerpo, el incesante frío y una extraña sensación de que no estaba en el lugar adecuado me invadieron. Traté de incorporarme ayudándome con la resbaladiza pared cubierta de musgo e intenté encontrar un asidero para levantarme. Los dedos de la mano me fallaban, creo que los tenía atrofiados por culpa del frío, me acurruqué un rato y me froté las manos para reactivar la circulación. Tras varios intentos conseguí alzarme y apoyada en la pared forcé los ojos para ver donde estaba, por alguna extraña razón al hacer esto sentí un pequeño escozor en los ojos seguido de un mareo que casi me devuelve al suelo. Recuperada de la irritante sensación, intenté ubicarme.
¿Dónde estaba? No recordaba haberme metido en ninguna mazmorra desde hacía meses, últimamente no había llegado hasta mi ningún trabajo realmente divertido. Solo había podido lucirme con un encargo anónimo de “restauración de dueño” en el que... en el que... ¡no recordaba! Sabía que había salido de aquella taberna apestosa donde me alojaba desde hacía meses, por ser la más mugrienta y barata de la ciudad y que me había encaminado por los callejones hacia una zona más lujosa donde debía llevar a cabo mi encargo. Era consciente de que había terminado ese trabajo y lo había hecho bien, es más, recordaba haber vuelto por esos sucios callejones hasta la taberna y decirle a la tabernera que ya no iba a necesitar su asquerosa cama.
Entonces una gota de agua helada me cayo en el hombro y salí de mi ensimismamiento, comenzaba a despertarme y el cuerpo no terminaba de responderme. Trate de mirar donde me encontraba, el ambiente me era familiar, como estar en casa. Busqué la linterna e iluminé la sala, una única salida y la imperiosa sensación de que debía salir de allí. Cómo había llegado allí y porque me encontraba en tan lastimoso estado sólo importarían cuando estuviera fuera.
Han pasado dos semanas desde que salí y me arrastré hasta un camino, todavía no entiendo que pasó y creo firmemente que quienquiera que me dejara allí contaba con que no saliera, ahora mismo estoy alojada en la taberna de una joven que me encontró cuando iba a buscar leña. Tocan en la puerta:
- Soy yo,¿puedo pasar?.
- Por supuesto Tika.
- ¿te encuentras ya mejor? ¿qué hacías ahí? Ese sitio es muy peligroso.
- No lo sé, no logro acordarme.
- ¿No recuerdas nada?, ¿ni tu nombre ni tu casa?
- Todos los recuerdos que tengo son antiguos...
- Pero, entonces recordaras quién eres.
- Claro que lo recuerdo, cuando mi abuelo me adoptó, mi familia era una de las más adineradas de mi región, mis padres siempre estaban ocupados en reuniones con otras familias y en tratos comerciales, así que desde bien pequeña fui criada por mi abuelo. A él le encantaba hacerme juegos de manos con canicas y monedas, haciéndolas aparecer y desaparecer ante mis ojos, yo estaba entusiasmada y le repetía una y otra vez que me enseñara ha hacer su “magia” y él me prometía que cuando creciese me enseñaría esas y un montón de cosas más. Según iba creciendo, mi abuelo me enseñaba más trucos, cada vez más complejos y me proponía acertijos de los que él se había encontrado en sus viajes. Años después mi abuelo desapareció, pero eso no mermó mi curiosidad, que al final me acabó llevando a escaparme de mi casa debido a lo aburrido de mi vida. Fue entonces cuando oí hablar de un tesoro escondido en una mazmorra, protegido por un montón de trampas y acertijos indescifrables, eso fue lo que terminó de engancharme en la búsqueda de tesoros y botines ocultos.- Repaso todos sus recuerdos, mas para confirmar si realmente se acordaba que por la muchacha que la miraba curiosa- Mi nombre es Niko, encantada y gracias por la ayuda.
- No es nada... -sonrió tímidamente.
- ¿Qué ha pasado ahí abajo, he oído ruidos?
- Era un grupo de alborotadores, un tipo se ha encargado de ellos. ¡Oye, si eres una cazatesoros te puede interesar esto!
Me tendió un pergamino en el que se ofertaba un trabajo bastante bien pagado.
- Muchas gracias
- No es nada, me alegro de haberte ayudado, por cierto ¡qué ojos más curiosos tienes!
- ¿curiosos...?
Abrí los ojos de bruces contra el suelo, todo estaba muy oscuro y me dolían los huesos por culpa de la humedad; de repente un enorme escalofrío recorrió mi cuerpo, el incesante frío y una extraña sensación de que no estaba en el lugar adecuado me invadieron. Traté de incorporarme ayudándome con la resbaladiza pared cubierta de musgo e intenté encontrar un asidero para levantarme. Los dedos de la mano me fallaban, creo que los tenía atrofiados por culpa del frío, me acurruqué un rato y me froté las manos para reactivar la circulación. Tras varios intentos conseguí alzarme y apoyada en la pared forcé los ojos para ver donde estaba, por alguna extraña razón al hacer esto sentí un pequeño escozor en los ojos seguido de un mareo que casi me devuelve al suelo. Recuperada de la irritante sensación, intenté ubicarme.
¿Dónde estaba? No recordaba haberme metido en ninguna mazmorra desde hacía meses, últimamente no había llegado hasta mi ningún trabajo realmente divertido. Solo había podido lucirme con un encargo anónimo de “restauración de dueño” en el que... en el que... ¡no recordaba! Sabía que había salido de aquella taberna apestosa donde me alojaba desde hacía meses, por ser la más mugrienta y barata de la ciudad y que me había encaminado por los callejones hacia una zona más lujosa donde debía llevar a cabo mi encargo. Era consciente de que había terminado ese trabajo y lo había hecho bien, es más, recordaba haber vuelto por esos sucios callejones hasta la taberna y decirle a la tabernera que ya no iba a necesitar su asquerosa cama.
Entonces una gota de agua helada me cayo en el hombro y salí de mi ensimismamiento, comenzaba a despertarme y el cuerpo no terminaba de responderme. Trate de mirar donde me encontraba, el ambiente me era familiar, como estar en casa. Busqué la linterna e iluminé la sala, una única salida y la imperiosa sensación de que debía salir de allí. Cómo había llegado allí y porque me encontraba en tan lastimoso estado sólo importarían cuando estuviera fuera.
Han pasado dos semanas desde que salí y me arrastré hasta un camino, todavía no entiendo que pasó y creo firmemente que quienquiera que me dejara allí contaba con que no saliera, ahora mismo estoy alojada en la taberna de una joven que me encontró cuando iba a buscar leña. Tocan en la puerta:
- Soy yo,¿puedo pasar?.
- Por supuesto Tika.
- ¿te encuentras ya mejor? ¿qué hacías ahí? Ese sitio es muy peligroso.
- No lo sé, no logro acordarme.
- ¿No recuerdas nada?, ¿ni tu nombre ni tu casa?
- Todos los recuerdos que tengo son antiguos...
- Pero, entonces recordaras quién eres.
- Claro que lo recuerdo, cuando mi abuelo me adoptó, mi familia era una de las más adineradas de mi región, mis padres siempre estaban ocupados en reuniones con otras familias y en tratos comerciales, así que desde bien pequeña fui criada por mi abuelo. A él le encantaba hacerme juegos de manos con canicas y monedas, haciéndolas aparecer y desaparecer ante mis ojos, yo estaba entusiasmada y le repetía una y otra vez que me enseñara ha hacer su “magia” y él me prometía que cuando creciese me enseñaría esas y un montón de cosas más. Según iba creciendo, mi abuelo me enseñaba más trucos, cada vez más complejos y me proponía acertijos de los que él se había encontrado en sus viajes. Años después mi abuelo desapareció, pero eso no mermó mi curiosidad, que al final me acabó llevando a escaparme de mi casa debido a lo aburrido de mi vida. Fue entonces cuando oí hablar de un tesoro escondido en una mazmorra, protegido por un montón de trampas y acertijos indescifrables, eso fue lo que terminó de engancharme en la búsqueda de tesoros y botines ocultos.- Repaso todos sus recuerdos, mas para confirmar si realmente se acordaba que por la muchacha que la miraba curiosa- Mi nombre es Niko, encantada y gracias por la ayuda.
- No es nada... -sonrió tímidamente.
- ¿Qué ha pasado ahí abajo, he oído ruidos?
- Era un grupo de alborotadores, un tipo se ha encargado de ellos. ¡Oye, si eres una cazatesoros te puede interesar esto!
Me tendió un pergamino en el que se ofertaba un trabajo bastante bien pagado.
- Muchas gracias
- No es nada, me alegro de haberte ayudado, por cierto ¡qué ojos más curiosos tienes!
- ¿curiosos...?
(Esta es la partida que estoy llevando siguiendeo actualmente, asi pues subire seguramente de esta personaje mas dibujos o textos relacionados)
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